Sobre una jornada de trabajo

El padre Picón nos ha preparado un té caliente. Dice que las mariposas están desapareciendo lentamente, y que las abejas no pueden hacer miel, porque no hay suficientes flores. En su conversación hay más tiempo dedicado al silencio que a las palabras. Abrir una nuez es un acontecimiento vivo entre sus manos, un acto delicado y sonoro.

Llegar hasta aquí ha requerido tiempo. La fatiga presiona mi pecho. Había olvidado hacer fotografías. En la estrecha senda sólo quería no caerme, respirar y seguir avanzando.

A medio camino encontré el santuario de hermann de vries protegido por lanzas de oro. Me senté junto a él. Una comunidad de hormigas avanzaba en fila india esquivando un grupo de margaritas blancas. Más arriba encontré otra lanza dorada que apuntaba al cielo. En su cuerpo he podido leer: “silence”. Daniel me dijo: estamos llegando.

Me preguntaba si podría hacer fotografías con la misma delicadeza y silencio con que este hombre abría nueces. Quizás, al disparar, hiriera o quebrara algo importante en aquel espacio. Escribir, dibujar, hablar o permanecer en silencio, cantar, llorar, sonreir ... pero ¿fotografiar?.

Saqué la cámara de mi viejo bolso negro como si estuviera cerca de un recién nacido al que no se debe perturbar. Nos miramos, y sin ruido comencé a hacer algunas fotografías. Sólo algunas. Después volví a guardar la cámara con el mismo cuidado. Seguimos tomando el té y escuchando el rumor de los ammonites.

Cuando bajábamos, aun a mucha altura, Daniel nos enseñó el lugar donde anidaba un águila. Ese día no hice más fotografías.

Oscar Molina
Texto para Petite histoire du temps. Almería, 2009.

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