( ) El resultado de un cuidadoso trabajo realizado durante los últimos tres años. La exposición está formada por una apretada muestra de fotografías en blanco y negro en las que Molina aunando lenguaje e imagen, se adentra con soltura en el terreno conceptual. El cuerpo principal de la muestra la forman un par de series completas y acabadas sobre un tema (acuarelas, lápices de colores), aunque también aparecen fotografías sueltas llamadas probablemente en el futuro a formar parte de alguna otra serie. Las fotografías de los diferentes pigmentos de color aparecen sin duda como idea a raíz de la caja completa de acuarelas : 80 coloraciones diferentes que serán a su vez protagonistas de pequeñas obras individuales.
En ellas, la palabra definirá el contenido más que la propia imagen, ya que será la encargada de nombrar el color que ésta última solo muestra en la gama de gris que le corresponde al tono blanquinegro de la película. Así, el objeto deviene concepto a través de la palabra que a su vez definirá la imagen. No es un conceptualismo estricto el suyo porque no renuncia al soporte físico de la obra, y solo por la combinación de ambos elementos, nace su personal manera de percibir y hacer percibir los objetos. Pulcritud, simetría, equilibrio, son notas especialmente destacadas. Los fondos de todas las fotografías son blancos o negros nítidos y limpios ( )
Ana Romero
El Periódico, Crítica de fotografía, Zaragoza,
5 febrero 1992