En la obra de Molina podemos encontrar elementos que viven también en la obra de otros artistas, la idea del paso del tiempo, la cotidianidad de la mirada, la necesidad de la luz como elemento que define y limitan la obra sin embargo, todos estos aspectos y muchos otros, sólo en él alcanzan los niveles que sirven para definir su trabajo como uno de los más sencillos y enérgicos del panorama actual de la fotografía.
En su serie más antigua, Objetos, de finales de la década de los 80, Molina va recogiendo como en un archivo infinito, y sin una metodología definida, esos objetos cotidianos que rodeaban su vida. Objetos ya usados que lleven sobre su piel la huella del tiempo y del uso, y por tanto, de todos aquellos que los han tomado, los han usado y guardado: pequeños lápices, una caja de acuarelas, una tablas de madera, Pero es en su serie Fotografías de un diario, a principios de la década de los 90, en la que el artista se desarrolla ampliamente. Son imágenes tomadas en su vida cotidiana, sin una preparación previa, como notas de un diario que nunca llega a escribir. No hay una fecha que las numere y las coloque en un sitio concreto, a veces hay un texto que las acompaña en un mismo nivel de comunicación. La idea la explica Molina: observaba que dejaba de salir a hacer fotografías y empezaba a hacer fotografías cuando salía. No se trata de un diario autobiográfico en sentido estricto, sino de anotaciones al margen del hecho de vivir. El paso siguiente en este proceso de abandono de la idea de autor como eje de la creación, es la serie Silencio Abierto (1996): una serie de papeles fotosensibles vírgenes, velados por la luz de los focos de la sala donde estaban expuestos. El resultado es un tipo de fotografía que rompe las reglas de la reproductibilidad.
Con Photolatente (1998), da el paso definitivo para borrar el concepto de autor. El proceso consiste en invitar a varias personas a realizar fotografías y no revelarlas ni verlas, asumiendo la pérdida de autoría: estas imágenes, una en cada sobre, son vendidas a otras personas que no ven lo que compran y que pueden revelarlo por un sencillo método. Obra única, ausencia de autor, trabajo en grupo, compra a ciegas aspectos todos que sitúan a Molina ni sólo fuera del mercado, sino en los márgenes de la fotografía, aunque en el centro de la creación.
Rosa Olivares
Extracto del
texto para el libro: 100 fotógrafos españoles. Exit.
Madrid. 2005