Hallar (y ser hallado por) la diferencia

Yo distingo. Tú observas. Él discrepa. Nosotras divergimos. Vosotras, marcadamente desiguales, despreciando reyes y amantes, acunáis en un sueño babeles y oleajes.
Viven las diferencias.
En la conjugación de la variedad aporta el tiempo sentido común y una medida mágica de realidad innegable que todo lo hace posible. Aquello que yo percibo, tú percibes (o no) y si giramos esta rueda cada vez con más fuerza, todos los colores se convierten en uno que sólo es luz y todo lo ilumina. Al final estalla la rueda, o sale disparada hacia un silencio sideral, derramando asombro en su presunta huida, y mientras se derrumban, carcomidos y llorosos, árboles centenarios en el empapado corazón de la floresta, medita un joven ratoncillo sentado en su piedra. Y esto ocurre en éste y en aquel y en el otro planeta y en todos los milenios cercanos y lejanos donde los ratones son druidas y las ramas estrellas.

Amor amor ¿Lo oyes? Resuenan los glaciares y en el río
los peces heracliteos al agua juegan y al ser
y al hoy y al aquí me tumbo al aire donde la hierba cambia
en un temblor de alondras y mariposas
Cuando giren las sombras convertirás tus besos en senderos
Se encontrarán mis pasos para siempre
Como siempre se perderán mis pasos

José Morales
Texto para el libro: Hallar las siete diferencias. Caja San Fernando. Sevilla, 2004.

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