(...) Dentro de ésta aparecen dos series de talante enumerativo casi ejemplares, donde la fotografía se hace cómplice de la música y de la tautología. Estas obras participan de la estética mesmerizante que destila el desarrollo sin fisuras de una idea, a modo de los conceptuales más clásicos.
En "19 pinturas", diecinueve fotografìas en blanco y negro reproducen diecinueve lapiceros de colores. En "Caja de Acuarelas. Variación I", la fotografía de la caja del título (también en blanco y negro) se desglosa en las de cada uno de sus colores. Estos dispuestos, y en horizontal, llegan a ocupar toda una sala.
Todas estas obras parecen respetar
el tamaño original de los objetos retratados. Paradógicamente
cada lapicero y cada pastilla de color resultan individualizados por su contigüidad
con el resto. Por efecto semejante al de lo desmesurado en el francés
Patrick Tosani (y sus enormes fotografías de una cucharilla de café),
nos sorprendemos ante cierta condición patética de los objetos.
Los lapiceros están despuntados, algunas pastillas de acuarela, casi
consumidas. En la caja de acuarelas, de factura anglosajona, también
los nombres de los colores quieren engañarnos con su poder de evocación
: venetian red, crimson lake, burnt sienna, etc.
Resulta algo confuso, junto a la asepsia de ambas series el conjunto de las
demás fotografías de la muestra. Oscar Molina continúa
remitiéndonos al mundo de los objetos inanimados, pero no a un mundo
donde el fotógrafo descubre, a la manera de Weston y su prole, una
belleza insospechada, sino la trivialidad de la geometría o de un deterioro
ignorante de sí mismo. (...)
Alejandro
Ratia
Diario 16, Murcia,
junio 1993.