Lo anónimo como imagen

(...) Es bien sabido que quien no dá su nombre, tiene mala entrada prácticamente en cualquier parte, y los templos del arte no son una excepción a esta norma. En tanto que espacios en los que las palabras luchan por borrar la imágenes, exigen acreditación.

La autoría se impone como carta de presentación, como acta notarial, como atributo que define la obra. LLegamos a preguntamos si la autoría es la obra, y si asi fuese, hay que señalar, sin embargo, que esta declaración de principios sería un hallazgo reciente, como lo es el gusto, la figura del artista, la perspectiva, o los derechos humanos (...)

Eduardo Momeñe
Extracto de texto para “Photolatente”. Revista Photovision nš 31. Sevilla, 2002.

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