Cuanto más nos adentramos en el enorme poder emotivo de la obra de Oscar Molina, más nos damos cuenta de la terrible injusticia que se cometería si se intentara desligar o desechar de ésta al contradictorio, al hipersensible, al recatado hombre que se halla detrás. El sentido de su existir terrenal lo encuentra en la creación. En ella proyecta sus anhelos, sus inquietudes; en ella se vislumbra un intento de expiación: se confiesa. Seria erróneo contemplar sus fotos atendiendo única y exclusivamente a su aspecto formal, esto es, desde un punto de vista meramente compositivo, sin detenernos en el aspecto conceptual que sus imágenes llevan implícito. La forma en función del fondo y el fondo en función de la forma. Sus fotos escapan a la explicación definitoria, al encasillamiento. Son como las teselas de un mosaico que se complementan entre sí pero que a la vez son capaces de existir por sí mismas. Para entender la obra de Oscar no cabe enjuiciar lo terrenal sin tener en cuenta lo metafísico.
Vicente
Soler
Texto
para la exposición Permanencias, Madrid, abril 1983