(...) La estructura rigurosa concebida por Óscar Molina establece las reglas de un juego de relaciones triangulares entre el artista, los participantes y los receptores. La lógica conceptual que rige Photolatente, semántica y materialmente, da lugar a un conjunto de transacciones entre estos tres actores. Es una transacción con lo que implica el término: un intercambio, en este caso el de los papeles y estatutos respectivos; de ahí viene la dificultad para nombrar precisamente a cada uno de estos agentes. Dejando el de artista aparte, los nombres de autor, fotógrafo, coautor, espectador, todos parecen inadecuados o intercambiables. También tenemos una transacción cuando, en un momento determinado del proceso, cada uno se retira y renuncia como en un acuerdo de concesiones recíprocas a sus prerrogativas y derechos habituales. Asimismo se trata de una transacción dado que unos contratos estipulan los compromisos del artista, del colaborador y del comprador. Parece justo, por tanto, que a éste último le competa la posibilidad de finalizar el proceso mediante el revelado de la imagen fotográfica: en su sentido primitivo, transacción designa la acción de finalizar (...).
Natacha
Pugnet
Extracto
de texto para Photolatente. Revista Photovision nš 31. Sevilla,
2002.