Fotografíar más de un millar y medio de ammonites parte de la idea de hacer fotografías de “fotografías”. Las imágenes fotográficas resultantes pueden considerarse en cierta manera fósiles de luz, huellas de huellas de tiempo, trazos de azar. Por otra parte me interesó la idea de una nueva existencia para estos seres fósiles. Seres vivos un día, material inerte petrificado, pero vivo para el tiempo y la erosión durante doscientos millones de años, y ahora material fotográfico, textual, cultural: tres niveles de “existencia” o de presencia en la pantalla del tiempo. El texto compuesto y extraído de otro texto (el I Ching) invita al espectador a un espacio abierto. Por una parte es metáfora de la necesidad del texto en una estructura con sentido; el texto como elemento de construcción, como revelador de sentido.
Palabras e imágenes, ammonites y textos contenidos en una caja, una caja de tiempos, paredes de ammonites y de textos latentes, una caja que encierra un texto surgido de la intención, el encuentro, la resonancia. Partes de un todo, todo que encierra nuevas partes hasta un número casi infinito. El azar, la intención y la resonancia surgen al abrir esta caja de pequeñas historias de tiempo.